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lunes, 16 de marzo de 2015

Sin título 14



La torre negra me asusta menos que el estudio anárquico de Pollock, 
menos que la cocina de Bukowski donde las botellas construyen una catedral de cristal sucio , 
menos que la solitaria ventana del cuarto descuidado de Baudelaire desde donde se ve el tétrico jardín del mal , 
menos inclusive que las palabras asequibles de los aduladores. 
La vida se larga ciertamente en los pequeños detalles y en ellos se queda.
Lo que verdaderamente me asusta es que me beses mientras el tipo del tiempo nos enseña con fervor el mapa meteorológico.

Y cómo escribir todo esto sin mencionarte, que seria cómo escribir todo esto en penumbra.
Las emociones no tienen una conducta natural si no es en ese brotar confuso de los cuerpos.
Tan sólo eso puede dulcificarnos con la vida.
Eso y las novelas decimonónicas, Bergman, Woody Allen, Polanski, Amanece que no es poco, Tarkovski y algunas cosas más.
Pero hay estrellas que no volveremos a ver, -¿te das cuenta de lo que te digo?- Es bastante triste, ¡por los clavos de Cristo!.
Dime cómo esperar al otoño sentado en la parada del autobús, dime cómo soportar los punzantes silencios de los despreocupados.
No creo que lleguen a leer todo esto.
Da igual, siéntante a mi lado que empieza la peli de la 2. 


Canet

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