Oleaje,
de un mar compuesto de palabras,
que no fortalecen lo suficiente,
que busca alivio desde la planta cuarenta y siete
de esta prisión transitoria.
Soy el palo de la embarcación que sostiene la veleta de tu pañuelo,
soy el pararrayos que modifica su silueta ante el destello, reivindicándolo para sí.
El aguacero impetuoso empapa más de la cuenta, disimulando la lluvia de mis ojos.
La tormenta cuaja la frondosidad que me encapota y cubre el tablero de avenidas,
paseos, calles y plazas visibles desde estas alturas.
Pero tan solo el relámpago tiene la fuerza suficiente para asustarme,
para aclarar mi propio alfabeto en los charcos refulgentes que supuran en la calle.
Oleaje,
en la que tu ausencia pone música tétrica al oscuro espectáculo que vislumbro.
Canet
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