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lunes, 23 de marzo de 2015

Nocivo


De este cielo adulterado
que veo
apenas queda nada.
Ni siquiera escribir
con trazos de bilis
sobre los residuos
de lo indeterminadamente humano.

Este pordiosero que soy
de indumentaria marchita
sólo se reconoce
en los ojos de Ella.
Más allá del vocerío
y mi sonrisa diagonal
estoy yo solo, y ellos lo saben.
Como lo supieron
les poètes maudits
desde sus sonrisas examinadas.

Seré yo que confío en la aparición
de un nuevo otoño.
Por ahora los días pastan
en praderas de papel y aversión,
mullidos de caspa,
montañas de remilgadas
que confunden al inocente,
a veces agotado y obediente,
benévolo
me amoldo al quehacer monótono.

¡No creáis que ya he terminado!

En estos dedos rudos
de piel árida
que por más que nadie les entienda,
que por más que no consigan que llueva,
consiguen que broten ramas,
con su música atormentada
que burdamente me anima
a seguir enmascarado,
aunque siempre estuvo en mí
el esconderme de este mundo
tan nocivo.

Canet

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