Estoico en la angustia de la ausencia,
llevo empotrado en el pecho
una bitácora estropeada de palabras y
signos indescifrables.
Barrunto entre los caminantes
el idioma del malherido
que surge del asfalto,
replicantes que se contradicen.
Acomodo con mis manos los días,
que detiene el fuego
y su sofoco,
la condensada niebla
que se deshace en mi piel deslucida
en su necesidad de acoger
la vorágine de este mundo.
Escribo:
El silencio de la incomunicación transforma en versos las adversidades.
Canet
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