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martes, 31 de marzo de 2015

Me inclino

Me inclino por la literatura de verdad.
Me inclino por los pájaros sin jaulas.
Me inclino por el Sena.
Me gusta más Mann que Nietzsche.
Me inclino por que me agrade la muchedumbre
y no querer a la sociedad.
Me gusta tener a mano lápiz y papel.
Me inclino por no confirmar nada
que los razonamientos son los causantes de casi todo.
Me gustan las singularidades.
Me inclino por no llegar tarde.
Me gusta hablar con los galenos de religión.
Me inclino por los clásicos.
Me inclino por hacer el ridículo al escribir poesía,
aunque más absurdo sería no plasmarla.
Me gustan los aniversarios inexactos
que se festejan a diario.
Me inclino por los predicadores
que no me adoctrinan en nada.
Me inclino por la sensibilidad taimada
y no por la ternura candorosa.
Me gusta un mundo desnudo de banderas.
Me inclino por las patrias ocupadas y no por los colonizadores.
Me gusta tener limitaciones.
Me inclino por las tinieblas caóticas y no por la oscuridad del orden.
Me inclino por los relatos de Perrault
y no por las lecturas que todos compran.
Me gustan más las plantas sin flores que las flores sin pétalos.
Me gustan las pestañas cortas porque yo las tengo largas.
Me inclino por las cajas de zapatos vacías.
Me gustan muchas cosas que aquí no refiero.
Me inclino por el otoño y no por la primavera.
Me gusta ignorar
cuándo y cuánto me queda.
Incluso me gusta tomar en cuenta la probabilidad
de que el ser humano no es despreciable.

Canet

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