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martes, 31 de marzo de 2015

Llegando


Yo que llegué a escena pronto y sin que me preguntaran,

que soy y llegué a ser aquel quien se adelantó,
el que se presentó a la reunión a deshora
y tuvo que aguantar una larga espera en la recepción
contemplando la vida 
sentado en el sillón de la improcedencia.

Yo que aparecí en los setenta, cuando lo propio
hubiese sido no presentarme,
que mi deber hubiese sido reflexionarlo antes,
albergar un poco de calma y habilidad
y no incorporarme en esta demente época
que cobra su arriendo en cifras de desgana.

Yo que cotizo mi precipitación,
que le adeudo a mi prontitud mis adversidades,
que tuve que desmenuzar mi juventud en millones de añicos
para subvencionar mi lugar en el mundo,
y debéis saberlo, 
llegué a última hora con dieciséis años.

Yo que tanto me adelanté,
no supe avanzar más
Yo, que no sabía cómo venir al mundo más tarde 
cometí la torpeza, leedlo,
de llegar a última hora.

Me presenté con la mirada tapiada de la niñez,
y el alma sin escribir, sin páginas.
Aparecí -¡dios, qué bochornoso! 
Aparecí, quizá en el mismo momento que ellos
pero con otras condiciones.
Aunque ya lo sabía. 

Se hizo tarde para dar marcha atrás.
Yo era un niño con las manos engrasadas
y tenía sueños.

Siento mucho haber llegado antes de tiempo 
sé que es injustificable: 
haber aparecido precipitadamente
y llegar a última hora siempre.


Canet

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