Las mariposas adulteradas,
aquellas que se disfrazan,
solo buscan jardines distintos.
Las nubes grises marchan ante el confín oscilante que ensombrece la tarde.
Ha dejado de llover.
Y allá, a cierta altura brilla un anaranjado sol, deshilachado, trazando el poco firmamento esférico que se alza desde aquí.
Todo permuta y nada se escucha.
O tal vez únicamente sea el taconear alejado de aquellas furcias disfrazadas de mariposas, o quizá sea el crepitar de los árboles en invierno.
Cuando den las siete abandonaré esta parte del mundo a merced del crepúsculo, como antes de ayer, como ayer, como siempre.
Y dejaré de escribir poesías para vivirlas en la cocina, a la luz de una vela y con una buena copa de vino,
recordando algunos personajes con capa y poco prestigio.
Me iré a la cama con ellos, y los mayordomos de la noche
cubrirán nuestra piel con el alfabeto nórdico.
Y en la fábula, dejaré de ser juglar.
Un lobo desdentado aullará conmigo
frente al embustero espejo,
mientras los cuervos aletearán confundiendo
sus alas con el manto nocturno.
Y del sueño, la madrugada me retornará.
Entreabriré los pesados parpados, y una melodía escribirá las páginas de un nuevo día.
Canet
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