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martes, 31 de marzo de 2015

Apuntes desde la cuadragésimo séptima planta, 6




1. 
Esta tarde debo ir al supermercado,
simboliza que acaba una etapa de esplendidez
y empieza una de aislamiento.
Saldré con mi chaqueta negra de adulterada primavera,
será un instante grato para caminar y contemplar 
la necedad suburbial.
La basura se apilará en los ángulos de las aceras 
como documentación de un amplio intervalo sin resultados.
Los conserjes estarán fregando sus portales asignados
con una expectativa supeditada a una sensación:
el agua que filtra las grietas del pavimento.
Las golondrinas retornadas volarán entre los tejados
y la señora de la terraza adornará sus geranios. 
¿Por qué la brevedad cotidiana no deja de practicar? 
¿Cómo es posible resistir a la ambigüedad? 

2. 
El Dos de abril
y su humilde rumbo
no me desilusionan.
El dos de abril y yo
no peregrinamos ni desdoblamos nada,
menos todavía encajamos
con la propuesta de la mañana lluviosa.
Estoy con mis asuntos 
en las profundidades de la lengua
y medito en el florecimiento 
de la improvisación. 

La impresión no es tan clara
aunque no pretendo una reputación de gran impresionista.
A la vida no le falta vida. 

Con los elementos
para que brote la poesía:
soledad,
simbolismo,
el cuaderno,
la bicicleta, la música
la ciudad atravesada de incertidumbre poética
reprime la labor de las sensaciones,
es cosa de los optimistas.
Solamente, 
me desmoraliza lo que observo, 
lo dúctil
acaba por engañarme.

Dos de abril,
mis objetos secretos
huyen groseramente,
no quiero pelear con la claridad 
porque me marginan por ello,
el destino de esta españa cateta me pregunta
injustamente,
vincula
mis asuntos en las profundidades de la lengua
con mis habilidades
disimuladas: el elemento que busco
como poeta estrambótico
es tan excesivo
como este mundo inhumano.

Hay un estático torbellino 
que sopla y me enferma.


Canet

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