Te avisé que mi corazón estaba infectado de tristeza,
aunque quizá sea otra cosa,
las enfermedades tienen varias denominaciones
y en todas la última sílaba es una repulsiva larva
envenenada de melancolía,
hedionda
de amargura quizá,
ese óxido despreciable que intoxica mi alma
y convoca a todas las cucarachas de mi niñez
al frágil ágape de mi corazón.
Te lo avisé,
pero tú estabas entregada
con convulsiones orgásmicas
encima de mí y no me escuchaste.
Canet
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