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lunes, 30 de marzo de 2015

Se necesita el silencio.

Un estruendo, 
dentro... 
Evidentemente que os comprendo: los ostias, la esterilidad, 
los salivazos, las puñaladas por la espalda. 
...nuestros antepasados hacían lo mismo. 
Y jamás fallaban.

Pero yo, un intento de poeta,
manifiesto que la vida es maravillosa,
que la noche y tu piel son majestuosas,
la luz de los libros,
el cd de Bach, los pájaros del parque,
conducir la bicicleta, estar en pijama todo el domingo,
salvar al atún,
destruir las gasolineras,
y, para que figure…
bla bla bla, y con todas mis facultades,
creo que dios debería hallarse en algún lugar.

Se necesita el silencio.

Aunque el silencio está repleto de árboles que murmuran
acunados por el viento, arrullos al despuntar el día.
De veleros lejanos y onomatopeyas de ferrocarriles.
De nombres mitológicos, del goteo del paraguas,
de páginas que se pasan, de saltos sobre charcos,
de moscas, de perros,
de princesas apoyadas en el alfeizar,
de príncipes republicanos.
El silencio es un hundimiento de acuario,
un nubarrón que llora,
un pétalo que se desprende,
una brizna solitaria, una hilera de hormigas,
e incluso algunas veces, un Muisca
escuchando el estómago de la madre tierra.



Canet

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