Las calles de Madriz son breves caminos.
Puedo percibir que los recorridos saben a terremotos,
y duelen,
mis piernas, habituadas a transitar la lluvia,
mis piernas, habituadas a transitar la lluvia,
y conducen de memoria
los rastros nostálgicos posados en la barra de cualquier bar
-como si de propina se tratara-
como si fuera el coste que debo pagar por vivirla.
Algunas calles de Madriz están perfumadas con libros desgastados.
Somos sus protagonistas:caminantes incautos,
fumadores, embriagados que abandonan residuos
de dolor sobre los atajos.
Conozco el violín que se escucha cuando la ciudad guarda silencio,
casi siempre desafina.
La melancolía siempre se muestra afónica,
con apariencia hermafrodita, disfrazada,
trabajando como parásitos, perforando la piel.
Aquí,en la Villa y Corte
el apetito es amargo:
quizá seamos sobrevivientes mal nutridos
en senderos incompletos
bajo un cielo triste.
Canet
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