Poseo esta piel mía
aferrada
al sendero dactilar
de los caracoles que trazas con tus labios.
Con camino melancólico
la espuma de tu boca a la orilla de mi pecho,
purificando una vereda inconclusa
hacia el deleite inenarrable.
Advierto desde lejos
diminutos orgasmos aflorando de
tus ojos,
tu piel y la mía:
masturbación construida por la palabra.
En la avidez del deseo adormecido
domino la lujuria más inmaculada que circunda con tu nombre,
no hay calma que desmenuce mi carne lo bastante.
No hay un trayecto de poesías adulteradas que
nos reclame inmolar la tiranía de la reflexión
ni altar que no se hunda
en la ofrenda.
Quizá seamos de carne y hueso
y devotos religiosos
pero ser átomos de nuestra sangre
nos ayuda a sobrevivir.
Canet
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