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martes, 31 de marzo de 2015

He olvidado todo.


He olvidado todo, 

menos a ti. 
El resto se ha marchado poco a poco: 
lágrimas y heridas, 
noches breves, 
el cáliz de la amistad, 
oscuras mañanas, 
el pecado de los jueves, 
los bares sin Baco y 
el optimismo del otoño. 

Todo fue una ligera brisa, 
la luna asustada, 
la vida sin escribir, 
los abrazos postizos y las libretas 
con poesías funestas y las misivas del abandono. 
La incertidumbre ante el halago, 
la felicidad, 
la ternura a las cinco de la madrugada. 

Estuviste ahí, aunque no existieras aún: 
la locura atizando la madriguera de los insomnios. 
Las avenidas para caminar a tu lado, 
el talle, 
los nudos de la carne, 
el sendero hacia ninguna parte. 

Por entonces existía el frío, 
el hastío de domingo, 
las fantasías exclusivas, 
la piel ardiendo, 
mi apetito dormido, 
el saludo de la desconfianza, los mensajes, 
el teléfono zumbando en la oscuridad, 
el firmamento bienhechor cuando apareciste. 

He olvidado todo. 
Nada tengo salvo a ti, 
tu persona que será siempre 
un lejano recuerdo de un instante inolvidable. 

Canet

A s.r.

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