He estado leyendo algunas cartas de amor de escritores universales como Cyrano, Hesse, Neruda, Bukowski, Borges e incluso de Kafka y me resultan bochornosamente ridículas, aunque reconozco que yo también puedo serlo.
Los enamorados se desean agobiados, se reiteran sentimientos de piadosa entrega y
¡me resultan tan egocentristas!
Tal vez por ello me niego a escribirte lo que, sospecho, de sobra sabes; lo que mi conducta frente a ti demuestra tan a las claras.
¿O tan ciega estás?
Yo también sé leer entre líneas: en las franjas cobrizas de tus ojos, cuando buscan el océano apacible evidenciado en los míos; en los momentos privados que sólo tú y yo ocupamos , al juntarnos con las criaturas de este mundo; en las palabras disparatadas que inventas para inducir mi risa distraída.
¡Sucede todo tan rápidamente!
Y a su vez, ¡los instantes se toman tan en serio su camino!
Abres los ojos y, aún sin vislumbrar el día, colocas un beso en mis labios, que valiente se precipita a mi flujo sanguíneo.
Brota igual la vida en tu boca y en ese segundo restablece su dirección hacia nuestro pequeño y exclusivo mundo.
Cuando reúna valentía y descaro te desvelaré mis escritos cursis, todos esos rosarios de referencias a tu persona.
Aunque por ahora no estoy preparado…o quizá sí.
Canet
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