Llueve.
De pronto lo empapado se sucede como si este mundo fuera de agua.
Y tan sólo se me ocurre quedarme inmóvil,
despertar mi hermosura de estatua y aguardar.
Quedarme quieto para mojarme,
quedarme hasta que mi ligera chaqueta me transparente el pecho,
quedarme y ver las burbujas del diluvio sobre mí.
Y concentrar a mi alrededor la luz de tus ojos sumergidos en la niebla etérea del aguacero.
Llueve.
Aletea por entre el cielo el aroma a asfalto y se propaga la sensación de rocío entre la caótica ciudad.
Mis zapatillas caladas y mi despeinado estropeado;
pero continúa lloviendo
y eso es lo que deseo en este instante…
Canet
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