"Amor Omnia Vincit", dice el poeta chulapo desde el umbral de un turbio bar.
Astucia de naipes camorristas.
Como si algún tipo estuviera a punto de llevarle la contraria.
Silenciosas las sombras, las manos frías en el invierno atropellado del barrio.
Y allí se encuentra él, a solas con su abandono de niño melancólico a las ocho en punto de cualquier tarde de domingo.
Nadie pretende saber como se llama.
Nadie examinará su piel perforada de dagas.
-Es un mártir-, dirán algunos.
-Es tan hermoso que da asco-
Eso dirán algunos.
Pero la oscuridad ya comienza a difuminar su carne.
Canet
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