Al final del pasillo,
aquí continúo.
Recreando mi jornada entre frases confusas,
versos desparejados y estrépitos en el cielo.
Entre flores de plástico
y las sonrisas sofisticadas de algunos mortales.
¡Estás tan lejos y, a la vez, tan cerca te siento!
Errante que surges y
te ocultas en el indicio palmario del café recién hecho, desordenando sensatez entre la sacarina.
La música te nombra al servir el agua en vaso blando.
Y al persistir tu armonía, las lluvias me bañan la mirada,
los chopos me guarecen y el teclado inunda de luz el delirio esparcido por la pantalla.
Abrigarme la ilusión con el roce de tus manos y soñar que regresaré al hogar donde me espera mi vida, y que tú has construido.
Palpitan tenazmente las arterias, y por ello la raíz de mis delirios te pertenece, de loco a juiciosa.
Las aves del invierno me señalan el trayecto para llegar hasta ti,
tan solo debo abrir las alas y elevarme al compás colérico de mi escritura.
Te ofrezco su vuelo.
Canet
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