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miércoles, 25 de marzo de 2015

Fuera del cuadro.

Pincelada de negro, violeta, granate. De mucho verde. Inmoderado. Y también un poco de amarillo y azul. 
Aunque de blanco solamente si meto la pata. 
El blanco me evoca a la ropa interior de mi infancia, a las sabanas. 
El blanco me ciega, me deja sin habla. 
Como en este mismo momento que recuerdo haber visto una planta de flores de plástico que alguna gamberra instalo en su escritorio. 
Me cuesta un gran esfuerzo asimilar su belleza artificial.

Si todo lo que veo fuera una pintura, las plantas serian el punto de partida, desbaratarían el itinerario tradicional de toda la estructura.
Pero estoy fuera del cuadro.
Permanezco al paisaje evocador de tu piel, como al silencio y a los pájaros que me hablan desde los árboles desnudos.
Reproduzco con poco rigor los sinceros pero desgraciados humanos decimonónicos que rechazas en las lecturas.
Y si fuera distinto quizá no habrías aparecido abastecida con tu deleitosa e irresistible delicadeza.

Así que el adulterado atavío de la oficina donde me piensas, fascinada por el atuendo lisonjeado,
se concluye con mi vestuario negro que combina con el suspirar de pestañas. 


Canet

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