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miércoles, 11 de marzo de 2015

Sentado en una terracita

Sentado en una terracita de la calle Bravo Murillo, 
Canet disfruta de su Rioja 
en tanto que se abandona por la pesadez de su reflexión.
Discurre en la cantidad de buenos poetas 
que ha obsequiado esta caótica Villa y Corte,
pero igualmente se acuerda de aquellos cuyo trabajo
se mantiene en silencio, por ser caprichoso
o por no gozar del patrocinio adecuado
o porque sus versos dejaron de estar en boga.

Escribir tiene sus riesgos.

Tirita la copa de vino, oda, excitada,
y se pierde
en alguno de sus versos.
Y medita en el suicidio ayudado por la poesía
y plasma en una servilleta rugosa:

"El tizne diario y el placebo entumecido.
Tardes de maquillaje intacto.
Declaro ser melancolía en este planeta
incompleto."

El derecho de la estrofa a una merecedora muerte.

El mutismo crónico es la sangre
de quien escribe,
su única y verdadera herencia,
el estertor vitalicio y silencioso,
su ausencia de atractivo.
Espectro desnudo, raja sus venas
para obsequiarnos con su propio vacío.

Es pronto aún
y el sol es una fogata en la calle Bravo Murillo,
el vino arde, los pensamientos se congelan…

Y una lamentable y sobada servilleta de papel es lanzada junto a la basura.

Canet

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