Cuando el amanecer vistió Madriz
las palomas del Manzanares
atravesaron melancólicas el puente que divide
la certeza y la existencia,
la desidia y la ausencia,
el silencio y las tinieblas,
y se dirigieron pausadamente
a posarse en la estación ferroviaria
sobre un tren extenuado
ocupado por muertos con equipaje,
de cuerpos sin dueño,
de dioses del ocaso,
de espíritus oxidados.
Canet, 11 de Marzo del 2013.
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