No quiero pasear solo por los fríos pasillos del d'Orsay mientras en La Cama de Lautrec se mira una pareja.
Me niego.
No quiero beber esa pócima pestilente que promete el espanto de la inmortalidad.
He conocido a Oscar Wilde y antes a Gustave Flaubert, a tantos otros que no puedo acordarme sin hacerme daño.
He conocido otros otoños primaverales en los que un tren se presentaba en su estación cubierto en vapor y los hombres besaban a sus mujeres empañados en lágrimas.
Entiéndelo, amor: no quiero caminar solo por el mundo mientras vagas por calles desconocidas. Eso acabaría conmigo, aunque no moriría del todo.
¿Puedes imaginarlo?
Por eso quiero anunciar que desde hoy no quiero pasear solo por el venenoso mundo sin ti.
Jamás.
Canet
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