¿Quién no ha quedado fascinado en alguna ocasión por las reproducciones del jefe de los condenados poetas?
La existencia sería mucho más aburrida sin la sensualidad y sin la lujuria de sus poemas, escritos sobre la delicada piel de sus amores.
Que no nos falten jamás el aroma, los inciensos, el morapio, las invocaciones de Lucifer, el arrepentimiento, las musas infieles, los gatos de pálidas pupilas, la absenta, los reptiles, la oscuridad, las amarguras de la luna.
Charles Baudelaire reclama la lascivia indispensable, la honorabilidad de un cuerpo que se sabe castigado sin garantías judiciales, sin licencias, sin indultos, sin deidades.
Nada es inmortal, pero sus flores se conservan.
Canet
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