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lunes, 9 de marzo de 2015

La librería

“Ignore esa lectura, no es sugerente”. 
Lo escuché detrás mía y por un momento estuve a punto de responder que se ahorrara sus necios consejos. Pero guardé silencio y continúe observando la contraportada del libro que me había aconsejado el librero. 
Me volví hacia aquel hombre -un tipo de insignificante aspecto, con un rostro amarillento y poco alentador- que inoportunamente me ofrecía su opinión: 
“¿Y por qué cree que no es sugestivo o atrayente? 
Puede serlo para mí y, además, ¿ha leído usted el ejemplar que me han recomendado?”.
Nos quedamos mirándonos con cierta curiosidad, como si fuéramos conscientes de que exponíamos algo de nosotros mismos. 
“No preciso leerlo, lo sospecho. Además, no debería fiarse de una cubierta , las diseñan para enganchar al cliente, no al lector” me dijo aquel hombre cetrino y a mi me pareció una gran puerilidad, y pregunté: 
“¿Usted jamás se deja asesorar?”. 
“¡De ningún modo!”, contesto el hombre. 
“¿Entonces puede decirme cómo decide qué libro leer?” 
“Eso se lo dejo al destino, un oculto olfato. Los libros te llaman. Lo examino, me detengo en una página al azar y si lo que leo se suspende dentro de mí acabo comprándolo. Si la frase se escurre, lo vuelvo a colocar donde estaba”. 
El criterio de aquel hombre extravagante que osaba a meterse en mis asuntos -no solo en esa porción supuestamente diminuta de mi vida que era entrar en cualquier librería, sino en mis inclinaciones, mi opinión o mi capacidad de selección- me pareció sencillo. 
“Podría usted probar - escuche que me decía el hombre de figura triste según se alejaba- pero intente no llevarse un libro solo porque esté a la venta”. 
Entonces pregunté: 
“¿Es que siempre ha rechazado las recomendaciones de un vendedor?”. 
Escuche la voz casi siniestra, desvaneciéndose, de aquel hombre misterioso: 
“Yo solo estoy obligado a adquirir ánimas de lectores, joven, no de simples consumidores”. 
Me quede meditando sobre si vender el alma no sería acaso carecer de la misma.
Ya desde la salida de la librería, el hombre sombrío, como si hubiese oído mis reflexiones me contesto: 
“¿Qué vida tienes si no dispones de tu propia alma?”. Creo que jamás vi tan cercana la cara de Mefistófeles.

Canet. 

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