Sé que llevo algunos días evitando contar los asuntos en los que remolcaría parte de mí.
Si escribo lo hago sobre emociones de paso, impresiones confusas y/o compartidas.
Me ajusto el cinto de la prudencia y cubro mi espíritu con un manto personal pero carente de intimidad.
A veces me invade el deseo de desnudarme del todo y narrar, vociferar, compartir…
Resulta sencillo rajarse las venas sobre un cuaderno o frente a una rutilante pantalla.
Igualmente temo exhibir el desnudo a otros ojos, revelar la tremebunda fragilidad de la estructura ósea que soporta mi esencia, extender el recubrimiento y ornamentos que me disfrazan.
Sería capaz de escribir una historia rectilínea ajustada a otras tantas. Tal vez vendría bien ventilar algunas emociones. Quizá sería bueno mostrar el desnudismo más sencillo y atiborrar los pulmones para continuar.
Aunque hoy, que se implanta la vergüenza, la prudencia y la protección de la propia debilidad, solo dejo mis interrogantes, a los que doy soluciones variables y siempre me acompañan.
¿Quién demonios soy y qué hago aquí?
Canet
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