Aunque no debería escribirlo, diré que soy inmensamente feliz.
Algo ha dejado de ocurrir, tal vez la vida que caminaba a mi lado y que yo no era capaz de agarrarla por la cintura y ajustarme a su caminar ,
o tal vez sea un tipo de deleite intenso por vivir lo que ocurre o por tener al menos la percepción actual del presente.
Soy inmensamente dichoso. No deseo nada especial. De hecho no deseo esperar nada.
Soy inmensamente feliz cuando estoy con nuestros libros y cuando me invade una especie de amarga sensación.
Soy inmensamente feliz cuando me levanto los domingos y me pongo las zapatillas veraniegas en noviembre y salgo a por churros cuando lo que querría sería que ella despertase para tomar café juntos.
Soy inmensamente feliz cuando me doy cuenta que la suite no 2 de Rachmaninov no se acopla con la melodía de la lectura del trópico de cáncer de Miller.
Soy inmensamente feliz en esta tarde, en la compañía dormida de mi mujer.
Y me digo a mi mismo, esto es la felicidad.
Lo demás carece de importancia.
Canet
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