Empieza el día como la miel,
calmoso es el descenso de luz sobre tu piel.
Suena la música en casa mientras
en la calle el mundo continua ahogando sus fantasmas.
Te observo respirar
balanceándote en una esponjosa ola de canela.
Levemente te acaricio y me oculto en la sombra
para perforar tu cuerpo con la lengua de la mañana.
Abres los ojos:
entonces mis pies transitan tus piernas
como dos corceles en un valle de cerámica atezada.
Y me arropo con tus lunares hasta formar la galaxia
que licúa mi piel en tu geografía.
Mis labios por impulso se ocultan en tus muslos
hasta hallar en la lluvia la divinidad de la sangre.
Una tenue gota se precipita:
es tu boca moldeando
la partícula
para colmarme de vida.
Canet
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