Con los primeros rayos con los que el amanecer me obsequia,
con el ánimo timorato y endeble siempre,
viajo de puntillas sobre el hálito de la mañana,
sobre el perfume a canela de los besos de ayer noche,
sobre los bostezos del chino de la tienda,
y me subo encima de la brisa,
a mi brisa,
a la brisa que espera cada día en mi portal,
y vuelo en ella confiado,
apacible,
orgulloso,
y le doy los buenos días al Sol, con sus dientes castañeteando,
y le guiño un ojo a la envidia del gorrión;
y me duermo en la brisa,
en mi brisa,
en la brisa que viste mis sueños cada jornada,
la que hace sentirme resguardado,
alegre,
satisfecho,
la que aguarda cada mañana a que la noche se consuma,
la que espera humildemente mi nuevo día,
la que me traslada,
la que me murmura una poesía,
la que abraza mi existencia y me acerca tu persona,
la que me trae el dulce de tu boca,
y navego en ella contigo,
cada mañana plomiza,
cada mañana soleada,
abatido,
desubicado,
aun con el ánimo timorato y endeble.
Canet
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