Créeme.
También las encarnadas amapolas agonizan
mientras te abotonas una blusa de otro otoño.
No se puede parar a la noche
ni la cadavérica felicidad de un amanecer
y pasar página.
Por eso mismo
un corazón lastimado
renuncia un amor, un libro, un lirio,
una canción,
para no regresar nunca más.
Por eso un lobo afónico
está más cerca de la filosofía,
más próximo de esa ininteligible ciencia del ser
que cualquier teoría.
Y bien sabes
que al otro lado no queda nada,
aristas,
naranjas besadas por el moho.
Canet
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