No mencionemos a las estrellas amor.
Arrojemos mejor bajo abismos de silencio
la cruel inundación de la memoria
y la atrocidad de no habernos sabido.
La noche es sabedora de nuestra lealtad.
Despertemos al carnívoro que observa
desde la ruidosa espesura de los besos.
Obsequiemos nuestra labor brillante
mientras nos masticamos los labios.
Y no jodamos las balconadas del amanecer
con el hartazgo primitivo de la rutina.
Algunas veces quiero morir.
Ahora tan sólo dormir y soñar.
Sólo eso.
Canet
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