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martes, 10 de marzo de 2015

Miedos


Hace tiempo que me levanto con mis miedos,

son tal la cantidad,
y además tan negros azabaches,
tan sombríos y con barba de siete días,
algunos tan tenaces
que llevan mis zapatillas y mis tatuajes,
que estrenan mis calzoncillos y mis deseos.
Acaban por ser mi séquito,
cada mañana les invito a desayunar
conversamos, sonreímos, morimos tres veces al día,
y en ocasiones nos tomamos el café con doce tostadas.

Este modo de comenzar con la jornada
me alerta contra los pésimos días.
La semana pasada
firmamos un compromiso de cien siglos,
yo les desbarbo, les cepillo los dientes,
les llevo conmigo hasta la oficina
y ellos me ayudan a ganarme el salario,
en vacaciones les permiten viajar conmigo 
y entrar en los alojamientos
hasta hay individuos que me observan y notan su presencia.
-¡Qué delicadeza!
Un hombre con todos sus miedos encadenados al cuello
como un enjambre de fantasmas.-
-¡Pobre tipo!
Debe gastar tanto en dioses y dermatólogos.
La de plata que debe gastar en obras poéticas.

¿Qué desean tomar los cuarenta y cinco?
nos pregunta el maître con ahogo
como quien pregunta a una familia de tragaldabas.

Y así pasan los días,
estrujando primaveras
acariciando versos como si fueran perros,
ni muy bien ni muy mal, hasta que te encuentro
llegamos todos juntos a la costa de tus ojos,
allí les abandono en plena playa
y me sumerjo solo,
entonces buceo, respiro,
busco estrellas en la curva de tu espalda 
floto con la efervescencia de tu boca,
hasta te besuqueo tiburones blancos,
pero al día siguiente,
cuando abro los ojos
allí están nuevamente
tranquilos
aguardando…


                                                                                                                     Canet

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