Quizá fuera mayo.
Lo recuerdo porque brotaban los primeros tallos de mi cuaderno y mi apariencia se tornaba furtiva y nublada, como el gris plomo de los días sobre el plumaje de las aves.
Quizá fuera primavera.
Lo recuerdo porque todo se canalizaba en una ausencia hiriente, al cielo confundido y a las errantes quejas enmarañadas en ensoñaciones engañosas, a las líneas de disculpas, a las insomnes noches de lectura sin libros, a los versos mudos, abstractos.
Fueron tiempos de buscar silencios sigilosos, brisas delicadas, aislamiento y ventanas. De señalar las fronteras del futuro con ladrillos ajados y redes herrumbrosas: sólo un impulso tiraba de la libertad.
Debía ser el mes de mayo.
Lo recuerdo porque mi amor se acentuó y en el encantamiento de la noche aleteo con las alas rotas para precipitarse sobre la verdad, con otro tipo de letra, sobre un autentico espacio de sentimientos.
Y con toda la música.
Con aquellos misterios que escondí ante el mundo y que ella llego aceptar.
Debía ser once de mayo.
Quizá sólo conozca este modo
de expresarte las cosas,
recurrir al idioma delicado
del lenguaje escrito.
Canet.
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