Los domingos y tú; llovizna.
El silencio, limpieza y el aire.
Y de nuevo tú, tu sonrisa
la ventana y el añil del cielo.
La alfombra, la mesa y sus velas
Tus prendas, tus labios…
El vino, mi distracción…
Y también el asombro a lo ignorado
la valentía, la soledad, la melodía, los sueños.
Todo lo aprendido, los fallos, los hostiles
las viejas películas y los libros.
Todo lo celestial: tu cuerpo, el alimento
las reminiscencias de cuando éramos niños.
Tus ojos de color café
de pétalos de otoño
tu seudónimo, los luceros, el apetito y tú.
Un gran viaje, amanecer en París.
La noche y su calado, el enigma
la cara oculta de luna, el Sena y su bohemia
tristeza, la esperanza, tu piel
uno de tus besos
en mi espina dorsal
un cuaderno pletórico
un bolígrafo, la reflexión y evidentemente:
Tú, mujer, pasando desnuda frente a mí,
polinizando mis sentimientos,
melódico movimiento que me agarra y me engulle,
y al mismo tiempo me embelesa e invoca el baile de las musas.
De madrugada custodio,
con el aurora revelo y ofrezco cuanto tengo.
Con el crepúsculo agonizo y en la noche te espero.
Tú...
Canet
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