Cuando todo empezó confundíamos el bajo con la guitarra.
Con el paso del tiempo, la percusión impactaba contra la cintura
y en las manos que la agarraban.
Fue entonces cuando descubrimos la transformación natural.
Bailábamos junto a imágenes nubladas, anónimas:
suspirábamos en pechos cercanos, con dedos cautelosos
tocando el saxo y conservando, en el aire,
las briznas del alcohol que ataban besos sobre la barra.
Las huellas de la juventud terminaron borrándose,
se extraviaron con en el mañana.
Fue en esos días cuando creímos
que cada día, como la cotidianidad,
terminaría matándonos
Y nos convertimos en noche.
12-02-13
“Dedicado a Luis Ginés Sáez Funes , poeta.”
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