Te busco donde siempre, universo fabuloso e insuficiente,
en los detalles pequeños,
en los ángulos muertos, en las mullidas nubes,
en los habituales sonidos que no se parecen en nada a tu voz aunque me recuerdan a ella.
También en el tejido de una camisa blanca que cae
-desgárrame la piel, redios, hazlo con tanta pasión que los sismómetros eyaculen como leones libidinosos-,
en la luminosa quietud de la siesta cuando el jadeo de a dos es la más maravillosa clase de contrapunto.
Canet
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