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jueves, 16 de abril de 2015

Temblor existencial.


No soy escritor de media noche, 
solo de temblor existencial, 
me gusta escribir de día, 
con el verso amanecido, 
el que se enreda con la almohada sin saber qué hacer,
si levantarse o remolonear. 
Desvelado por la subsistencia, 
por lo ordinario, 
por aquel desgarrón anárquico 
del que inconscientemente me adueño 
y nombro totalidad. 
Escritor de absurdos, 
y por supuesto escritor de las indecisiones: 
esos macutos de fortaleza del raciocinio 
que moran en el feudo encharcado de lo inexplicable. 
Las dudas son imprescindibles, 
suponen el alimento diario del alma, 
y le otorgan una risueña tristeza al apetito de conocimiento, 
a la vida que sin conclusión se desliza entre mis manos.

                                                             Canet

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