He guardado pocos recuerdos:
uno de ellos
es la evocación de aquellas tardes
de invierno en las calles de Madriz
envueltas de basura.
El humo de las chimeneas sobre los tejados
que calmosamente escribían
versos grises.
Conservo muy pocos:
los aromas
que coleccionaba al atrapar del aire
las bocanadas de tabaco negro,
o aquel fabuloso rubio que transportaba
una fragancia de películas clásicas.
Un retrato de mis padres sonriendo,
desnudándose con sencillez
hacia la cámara de fotos.
Yo jamás logré escucharlos.
Ellos nunca me hablaron
ni tampoco me prestaron oídos.
Me legaron un semblante,
el del retrato.
Suficiente para no considerarme
un hijo de puta.
Canet
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