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miércoles, 1 de abril de 2015

Mi niñez.

Mi niñez son insomnios de mis progenitores, 
fragancia necrológica en los libros, 
miedo a regresar solo a la escuela. 

Un anóteselo en la cuenta a mi madre,
una casa afónica,
mientras suena el timbre
y una nueva deuda sin pagar.
Pan con mantequilla y a la calle
con pantalones reventados
y varios descosidos a juego.

Es un coche sin pilas y un bolígrafo
por los reyes majos y unos cuadernos usados.
Cuidar de mí
entre tipos duros con jeringuillas
y cajas de cartón.
Sueños dulces con yonkis,
mi padre enflaquecido
la abuela desdentada
muñecos rotos de cualquier barrio.
A veces,
un rayo de luz,
un domingo en el campo -jamás playa-
y chupar lentamente el palo
de un dominical helado.

Y de nuevo a tolerar,
drogadictos sueños.
Por la mañana oler a muerto con patatas guisadas,
a excrementos metálicos.
El silencio interminable,
el oscuro camino a la escuela,
mi madre demacrada
por las deudas y la fregona en escalera ajena.

Un plomizo manto de triste escoria,
de flores que no germinaron
esconde la tierra de los años de mi infancia.
De aquel fugaz edén engañoso
que nunca me dejo entrar y
que cada día
por algún maldito delirio
logro extrañar.

Canet

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