Tú que te enamoras de los árboles
de hojas claras,
tú
que nadas en todos los vocablos,
en los lamentos que ignoras,
en las paginas de nadie,
en la aurora boreal
del lenguaje,
tú
que nunca conociste las aves de ciudad
ni la estructura de sus plumas,
tú dormida, tú soñada,
tú siempre valiente,
tú tan segura,
tan buena mujer,
tú que haces palpitar los hilos
en la orilla de los ademanes,
tú capaz
de colmar la ausencia que
siempre me delata.
Canet
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