Desde las ventanas,
sobre la atalaya oscura,
observo con el rostro pegado al frío cristal;
escondido tras las plantas de plástico,
espío la actividad de hombres enjutos.
Algunos tienen los pómulos apergaminados por el cierzo,
perfilados con atroces intrigas grises;
otros silban meciendo un abandono disimulado.
Son hombres flemáticos,
agriados por el orden establecido
y el hedor a muerte.
Canet
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