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miércoles, 8 de julio de 2015

Sin título 63.

Porque siempre seré un Sócrates sin filosofía ni deidades
al que continúan invitando a tomar cicuta por las tardes 
y la bebe sin lamentarse.
Y en ocasiones 
alzo el aullido
para que el veneno
sea menos letal
y la teoría menos teórica
y la antigua doctrina más actual
y el corazón menos deshidratado.
Quizá por todo eso me pongo a llorar,
siempre y sin que puedas verme,
habitualmente más en público pero a solas,
porque la simpatía ya no me asusta
y la vergüenza ya no me derrota.
Y me sé diminuto
pero me sé valeroso
y las lágrimas me hacen mortal y terrenal
y tú carcajeas,
pero a veces
te las guardas
y te abrazas a ellas,
me pones una copa
o me cuentas algo chistoso
o me hablas de la importancia del atuendo
y es entonces cuando el lloro finaliza
y la risa se propaga
y la poesía germina
con letras de caricias.
Y yo continuo tomando sorbos de cicuta,
sigo siendo un Sócrates sin filosofía
con miopía y ganas de colorear
pero soy exclusivo propietario de mis horas sin ti,
de mis lágrimas latentes y
de mis sonrisas marchitas.

Canet.

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