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viernes, 17 de julio de 2015

Sin título 67

Tengo treinta y siete otoños fríos.
Tal vez sea tan solo un obstáculo para el progreso.
Jamás hice nada que pueda interesar.
No cincelo, no esculpo,
jamás hice un cenicero de arcilla. 

O una espada con dos palos.
Aunque a veces pinto.
Mis manos no dominan el barro
ni ningún otro elemento.
No sé sanar aparatos eléctricos
ni entiendo el lenguaje de los grifos.
Ni siquiera sé que hacer con aguja e hilo.
Hace tiempo gané un concurso de relato corto,
aunque siento que no es suficiente.
Soy incapaz de matar a una hormiga.
Me emociono cuando coloreo un pájaro fuera de la jaula.
No sé nada de prestidigitación
tampoco de brebajes capaces de curar.
Desconozco la vida campestre.
De la humanidad, mejor no diré nada:
no hay nada más inservible en este mundo.
De modo que lo único que poseo
es mi constancia para mezclar
una palabra con otra.
Con ellas moldeo versos
que a su vez forman intentos de poesía
y que a veces se convierten en relatos,
pero es un trabajo que todos
-o casi todos- son capaces de realizar,
y quizá mucho mejor que yo.
-¿pero acaso importa?

De modo que continuo...
Tengo treinta y siete otoños
y tal vez sea un inconveniente para el progreso.

Canet

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