Como apenas soy nostálgico,
me rehabilita la melancolía,
por ejemplo el otoño sepia.
Cuando el verano se acrecienta
con su embestida de calor
rajo nubes para que me diluvie,
para que me moje
y refrigere.
El espejo se obceca
en señalarme
que pasó la edad de fantasear,
que deje de buscar cinco
pies al gato,
que no me preocupe por el parte meteorológico,
que viva como un anacoreta
y que aprenda a contener mi lengua.
-Hay que ver lo
extravagante que soy-
y yo me agarro al gris azulado del invierno
y abro las manos
para encontrar los yos que se vierten
por calles y jardines,
hasta hallar cuestiones
entre tanta solución almacenada.
Canet
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