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jueves, 21 de mayo de 2015

La tristeza de mi nombre.


1. 

Se amordazan a las efigies, 
reivindican silencio perpetuo, 
están en huelga de hambre,
han hundido los brazos, 
caminan de rodillas, 
atraviesan el estrecho flotando,
se colorean el rostro o bailan desnudas, 
enfrente el fuego y atrás la luna, 
como un servidor.

Y qué diantres hacer sino aguardar, 
después de preparar un nuevo encuentro,
elegido la cena, el vino y la vajilla de mi boca.
Siempre más fúnebre que ayer, 
que danzo en su ausencia cien pasos inventados.
Esta mañana, 
al escuchar la tristeza de mi nombre, 
he desgarrado todos los poemas de donante persuadido.
Esta tarde, hecho mierda, 
hecho de versos y lienzos, 
arrojaré el corazón por la puerta,
repleto de pétalos, 
para cuando regreses.

2. 
Cavo zanjas, 
leo y descifro, 
me protejo, 
tolero el disgusto.
Blasfemo la leche que lacte 
y condeno todos los libros que leí.
Todos las líneas escritas, 
espejos de muchos,
que logran horadar más la herida 
de hombre redundante y poeta insistente. 

Canet

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