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jueves, 21 de mayo de 2015

La mala letra.

La mala letra es mía, 
la mala ortografía también. 
Como la novia en el día de nupcias, 
como un juguete perdido en un rincón de la habitación. 
Soy uno de los tres músicos de Picasso frente al espejo 
con las manos escondidas en los bolsillos de la locura.
No el de en medio, soy el de la izquierda, el guapo:
El que toca la flauta con los ojos abiertos.
La mala letra es mía, el mal acentuado también.
Salgo en la etiqueta de las botellas de vino,
aunque procuro pasar desapercibido.
Ayudo, pero no me necesito.
Me calzo zapatillas de andar por casa
de felpa desnuda.
A mi mala letra le regalo: dos rumanas en el metro,
la puta antediluviana de la Ballesta,
la ciudad más sucia,
oficinistas manchados,
muchachas sonrientes que llevan bolsos mistificados.
La mala letra es mía,
la mala ortografía también.
Suelo escucharlas llorar por la noche,
pero ya no me levanto de la cama.
La mala letra es mía,
la mala ortografía también.

Canet

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