Hay días de incontables
y microscópicas sombras
donde sólo anida la piel de tu cuerpo,
los labios de tu imagen
y la cesión afable de tus parpadeos.
Hay un majestuoso silencio,
y amor en los domingos sin reloj,
el ángulo dulce de la vida.
También existe
la angustia del lamento fúnebre.
Y como siempre
estoy yo,
jodidamente yo,
inclinado sobre las aguas trepidantes de la demente creación,
sobreviviendo como un indolente molusco
que se agarra favorablemente
a la humedad de tu boca.
Canet
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