Cierro los ojos y huyo
a un jardín
donde tu mirar
me protege
como un ave, me gorjea
y despierto
envuelto en todo,
abrazado a las partículas
del núcleo de tu ombligo.
Te pienso en cada etapa
-aunque no haya estado-
y en cada incendio pueril,
perpetuo crepitar,
que me interpela, obsequiándome
a cada paso
el encanto de la vida,
porque tú habitas
la alegría, mis sombras
bajo la luz plena.
Reconozco,
el latido de tu palpitar
en el halito de las calles,
y en el aleteo de las aves
que sobrevuelan
arrebatándome mis días.
Y aún así
lloras a mi lado
con cada lluvia.
Canet
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