Constantemente he tratado de anexar
la ficción con la racionalidad y ahora
descubro que existen unos fantasmas
que me muestran el itinerario
hacia el lugar y el tiempo
donde todo es irreparablemente
un maldito fraude.
Maldito fraude,
como la comida envasada a las dos de la tarde
o tu mirada, desde aquellas lejanas ventanas,
que prologan el día sin ti.
Maldita farsa, las caricias de neón,
el follar de Dionisio,
el que proclama locura y éxtasis
desde su indumentaria de hilo dorado
y plataforma de alabastro.
Maldito engaño es el reposo del camposanto
de sepulcro alquilado,
el agasajo por correo electrónico
de aduladores profesionales,
o esa luna disuelta y mugrienta
que tirita reflejada en el agua.
A dios gracias
que hoy he salido a la calle
ante un mundo de mentira
y el firme presentimiento
de un inmediato diluvio.
Canet
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