En el patio
los chicos pelean o marcan goles,
las chicas quieren ser mayores o juegan a rayuela.
Canet camina junto a Perrault
evitando balonazos y cantos de sirenitas.
Tiene kilos de aislamientos
rebosándole los bolsillos.
rebosándole los bolsillos.
Nadie puede contra él,
ni siquiera las piedras lanzadas
o los navajazos nunca dados.
Penetran en clase los aullidos simples,
huelen a estornudos y a miseria.
En ocasiones, Canet
casi no aguanta
las ganas de llorar océanos
y observa los rostros desmejorados esforzándose
en acordarse de las tildes en palabras agudas.
Continúa Perrault ,
todo el día susurrando en el oído de Canet.
Él cree
que otra vida es viable
al lado de este lugar plomizo e inmundo.
Y transcurre el otoño escalonado
como una lectura poética.
Canet.
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