Dolorida.
Casi desgastada su corteza,
la mirada cansada,
sombría y turbia
parece incuestionable su dolor.
Los abriles de momentos infectados,
adulterando sueños
y arropándose en diciembre,
no calmaban la congoja y la desconfianza
que ella remolcaba a cuestas.
Ni siquiera le agradaba ya su boca
que antaño fue incendio
estimulando misterios.
Nunca más,
ya no regresará
a la misericordia,
jamás aclarará más ebrias lágrimas
de cocodrilo cobarde.
Y si ha de observar hacia algún lugar
lo hará hacia el polo norte,
donde las noches duran medio calendario.
Del resto,
nada querrá saber.
Canet.
Photography by Brooke Shaden
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