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miércoles, 9 de septiembre de 2015

A solas.

En ocasiones se presenta sin yo esperarla, 
toma asiento frente a mí 
y me observa con reserva. 
Yo rechazo como puedo el aguijonazo de su mirada, 
revuelvo los objetos, creo alboroto con ellos, 
cambio el orden de las cosas. 
Pongo un disco, 
enchufo la radio, 
saco el caballete y los pinceles, 
construyo un verso, 
riego las plantas 
en un intento estéril de escabullirme. 
Ella aguarda tranquila, 
como una abuela el regreso del nieto que escapa de sus besos. 
Finalmente su mirada se torna afectuosa, 
me observa complacida con las manos 
sobre el regazo, resulta linda la escena. 
Decido acomodarme junto a ella 
y hablamos con reposo. 

A la melancolía nunca le gusto estar a solas. 

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